Historia
Períodos en la historia de la lengua latina
La historia del latín comienza en el siglo VIII a. C. y llega, por lo menos, hasta la Edad Media; se pueden distinguir los siguientes periodos:
- Arcaico: desde que nace hasta que la sociedad romana entra en la órbita cultural de Grecia (helenización): VIII-II a. C. Autores destacados de este período son Apio Claudio el Ciego, Livio Andrónico, Nevio, Ennio, Plauto, Terencio.
- Clásico: en una época de profunda crisis económica, política y cultural, la élite cultural crea, a partir de las variedades del latín coloquial, un latín estándar (para la administración y escuelas) y un latín literario. Es la Edad de Oro de las letras latinas, cuyos autores más destacados son Cicerón, Julio César, Tito Livio, Virgilio, Horacio, Catulo, Ovidio. Esto ocurrió aproximadamente en los siglos I a. C. y I d. C.
- Postclásico: la lengua hablada se va alejando progresivamente de la lengua estándar, que la escuela trata de conservar, y de la lengua literaria. Esta distancia creciente hará que de las diversas maneras de hablar latín nazcan las lenguas románicas. Y la lengua escrita, que inevitablemente también se aleja, aunque menos, de la del periodo anterior, se transforma en el latín escolástico o curial.
- Tardío: los Padres de la Iglesia empiezan a preocuparse por escribir un latín más puro y literario, abandonando el latín vulgar de los primeros cristianos. A este período pertenecen Tertuliano, Jerónimo de Estridón (San Jerónimo) y San Agustín.
- Medieval: el latín como se conocía ya no es hablado; por ende, el latín literario se refugia en la Iglesia, en la Corte y en la escuela, y se convierte en el vehículo de comunicación universal de los intelectuales medievales. Mientras, el latín vulgar continuaba su evolución a ritmo acelerado. Ya que las lenguas romances fueron apareciendo poco a poco, unas antes que otras, y porque el latín seguía siendo utilizado como lingua franca y culta, no se puede dar una fecha en la que se dejara de utilizar como lengua materna.
- Renacentista: en el Renacimiento la mirada de los humanistas se vuelve hacia la Antigüedad clásica, y el uso del latín cobró nueva fuerza. Petrarca, Erasmo de Róterdam, Luis Vives, Antonio de Nebrija y muchos otros escriben sus obras en latín, además de en su propia lengua.
- Científico: la lengua latina sobrevive en escritores científicos hasta entrado el siglo XIX. Descartes, Newton, Spinoza, Leibniz, Kant y Gauss escribieron sus obras en latín.
Orígenes y expansión
Región del
Lacio (
Latium) en
Italia, donde surgió el latín.
El latín aparece hacia el año 1000 a. C. en el centro de Italia, al sur del río Tíber, con los Apeninos y el mar Tirreno al oeste, en una región llamada Latium (Lacio), de donde proviene el nombre de la lengua y el de sus primeros habitantes, los latinos; sin embargo, los primeros testimonios escritos datan del siglo VI a. C., como la inscripción de Duenos y otras similares.
En los primeros siglos de Roma, desde la fundación al siglo IV a. C., el latín tenía una extensión territorial limitada: Roma y algunas partes de Italia, y una población escasa. Era una lengua de campesinos.
Así lo demuestran las etimologías de muchos términos del culto religioso, del derecho o de la vida militar. Destacamos los términos stippulare ('estipular'), derivado de stippa ('paja'), o emolumentum ('emolumento'), derivado de emolere ('moler el grano'), en el lenguaje del derecho.
En este sentido, los latinos, desde época clásica al menos, hablaban de un sermo rusticus ('habla del campo'), opuesto al sermo urbanus, tomando conciencia de esta variedad dialectal del latín. «En el campo latino se dice edus ('cabrito') lo que en la ciudad haedus con una a añadida como en muchas palabras».[6]
Después del periodo de dominación etrusca y la invasión de los galos (390 a. C.), la ciudad fue extendiendo su imperio por el resto de Italia. A finales del siglo IV a. C., Roma se había impuesto a sus vecinos itálicos. Los etruscos dejaron su impronta en la lengua y la cultura de Roma, pero los griegos presentes en la Magna Grecia influyeron más en el latín, dotándolo de un rico léxico.
El latín de la ciudad de Roma se impuso a otras variedades de otros lugares del Lacio, de las que apenas quedaron algunos retazos en el
latín literario. Esto hizo del latín una lengua con muy pocas diferencias dialectales, al contrario de lo que pasó en griego. Podemos calificar, pues, al latín de lengua unitaria.
Después, la conquista de nuevas provincias, primero las Galias con César, hasta la de la Dacia (Rumania) por parte de Trajano, supuso la expansión del latín en un inmenso territorio y la incorporación de una ingente cantidad de nuevos hablantes.
Paralelamente a la expansión territorial de Roma, el latín se desarrolló como lengua literaria y como lingua franca a la vez que el griego, que había tenido estos papeles antes. Desde el siglo II a. C., con Plauto y Terencio, hasta el año 200 d. C. con Apuleyo tenemos una forma de latín que no tiene ninguna variación sustancial.[7]
Estratos del latín
El latín era una lengua itálica, lo que significa que la mayoría de elementos gramaticales y la mayor parte de su léxico provienen por evolución natural de las lenguas de dialectos y hablas indoeuropeas.
El idioma original de los grupos latinos al instalarse en la península itálica se vio influido por el contacto con hablantes de otros grupos tanto indoeuropeos (oscos, umbros, griegos, celtas) como no indoeuropeos (etruscos, cretenses, picenos, ilirios, ligures…). Suelen distinguirse tres tipos de influencia sociolingüística:
- sustrato, debido al bilingüismo de pueblos que previamente a su adopción definitiva del latín usaban también otras lenguas,
- superestrato, entendida como influencia de lenguas procedentes de grupos que ocuparon territorios donde se hablaba latín, en el latín esta influencia no fue muy considerable durante los primeros siglos, a diferencia de lo que sucedería posteriormente con las lenguas románicas,
- adstrato, provocada por el contacto con otros pueblos y lenguas de prestigio contemporáneas del latín.
Esta distinción, sin embargo, puede no resultar del todo operativa; por ejemplo, el etrusco pudo haber sido a la vez substrato, adstrato y superestrato en diferentes épocas.
Influencia sustrato
Los habitantes de las regiones de la antigua Italia en las que posteriormente se difundió el latín eran hablantes nativos de otras lenguas, que al ser asimilados finalmente a la cultura latina ejercieron cierta influencia lingüística de sustrato. A veces, para indicar estas lenguas, se habla de sustrato mediterráneo, que proporcionó al latín el nombre de algunas plantas y animales que los indoeuropeos conocieron al llegar. Son lenguas muy poco conocidas, pues quedan solo unos pocos restos escritos, algunos aún sin descifrar. Un sustrato del latín arcaico en la ciudad de Roma y alrededores fue claramente la lengua etrusca.
En cuanto a la influencia del sustrato indoeuropeo osco-umbro, resulta interesante el hecho de que prefigura algunas de las características fonéticas y fonológicas que más tarde aparecerían en las lenguas romances (ciertas palatalizaciones y monoptongaciones), pues muchos hablantes de lenguas itálicas al romanizarse conservaron ciertos rasgos fonéticos propios, incluso (marginalmente) dentro de las lenguas románicas.
Fenómenos de este tipo son la influencia céltica a la que se atribuye la lenición de las consonantes intervocálicas o la [y] francesa, el vasco (o alguna lengua parecida), al que se atribuye la aspiración de la /f/ española en /h/, o el influjo eslavo, responsable de la centralización de las vocales rumanas.
Sustrato etrusco: La influencia del etrusco en la fonología latina se refleja en el hecho de desarrollar algunas aspiradas (pulcher, 'hermoso') y la tendencia a cerrar -o en -u. Las inscripciones etruscas muestran una tendencia a realizar como aspiradas oclusivas sordas previamente no-aspiradas, y poseía un sistema fonológico de solo cuatro timbres vocálicos /a, e, i, u/, teniendo este último una cualidad entre [o] y [u] que habría influido en la tendencia del latín a cerrar algunas /*o/ en [u].
Además los numerales latinos duodeviginti ('18') y undeviginti ('19') son claramente calcos lingüísticos formados a partir de las formas etruscas esl-em zathrum ('18') thu-nem zathrum, '19' (donde zathrum es la forma etrusca para '20', esl- '2' y thun- '1'). También es un hecho de sustrato del etrusco en latín el sufijo -na en palabras como persona, etc.
Influencia superestrato
Durante un tiempo, Roma tuvo importantes contingentes de población de origen etrusco, por lo que el etrusco fue tanto una lengua substrato como una lengua superestrato, al menos durante el período que abarca la monarquía romana y, en menor medida, la república romana. La influencia del etrusco es particularmente notoria en ciertas áreas del léxico, como la relacionada con el teatro y la adivinación. Roma también sufrió invasiones de los galos cisalpinos, aunque no parecen existir importantes indicios de influencia celta en el latín. Sí existen algunas evidencias en el vocabulario de préstamos léxicos directos de lenguas osco-umbras, que constituyen la principal influencia de tipo substrato en el latín clásico.
Por otra parte, si bien desde antiguo los romanos tenían contactos con pueblos germánicos no existen fenómenos de influencia léxica en latín clásico. A diferencia de lo que sucede con las lenguas románicas occidentales que, entre los siglos V y VIII, recibieron numerosos préstamos léxicos del germánico occidental y del germánico oriental. Esto contrasta con la profunda influencia que el latín ejerció en el predecesor del alto alemán antiguo. Igualmente, existen abundantes rastros de la administración romana en la toponimia de regiones que hoy son de habla germánica, como por ejemplo Colonia. Los elementos germánicos en la Romania occidental proceden del período del Bajo Imperio, y constituyen el principal superestrato en latín tardío. El flujo no se interrumpió en la formación de las lenguas románicas. Las influencias de los pueblos godo, alemánico, borgoñés, franco y lombardo en las lenguas románicas se da mayoritariamente en el campo de la toponimia y la antroponimia. Aparte de estos, el número de préstamos es bastante reducido.
Influencia adstrato
Es la debida al contacto con pueblos que convivieron con los latinos sin tenerlos dominados ni depender de ellos. Este tipo de influencia se nota más en el estilo y el léxico adquiridos que en los cambios fónicos de la lengua. Los adstratos osco, umbro y griego son responsables del alfabeto y sobre lo relacionado con la mitología, pues los romanos tomaron prestados los dioses helenos, aunque con nombres latinos.
Adstrato griego: la entrada masiva de préstamos y calcos áticos y jónicos puso en guardia a los latinos desde tiempos muy tempranos, encabezados por Catón el Viejo en el siglo III a. C. Pero en la Edad de Oro de la literatura latina los romanos se rindieron ante la evidente superioridad del idioma griego. Bien pueden resumir este sentimiento los famosos versos de Horacio: «Graecia capta ferum victorem cepit et artis / intulit agresti Latio» («La Grecia conquistada conquistó a su fiero vencedor e introdujo las artes en el rústico Lacio»).[8]
Esta entrada masiva de helenismos no se limitó a la literatura, las ciencias o las artes. Afectó a todos los ámbitos de la lengua, léxico, gramatical y estilístico, de modo que podemos encontrar el origen griego en muchas palabras comunes de las lenguas románicas.
Después de la Edad Clásica, el cristianismo fue uno de los factores más potentes para introducir en la lengua latina hablada una serie de elementos griegos nuevos. Ej: παραβολη > parábola. Encontramos esta palabra dentro de la terminología retórica, pero sale de ella cuando se usa por los cristianos y adquiere el sentido de parábola, es decir, predicación de la vida de Jesús. Poco a poco va adquiriendo el sentido más general de «palabra», que sustituye en toda la Romanía al elemento que significaba «palabra» (verbum). El verbo que deriva de parabole (parabolare, parolare) sustituye en gran parte de la Romanía al verbo que significaba «hablar» (loquor).